lunes, octubre 02, 2006

Arôme á mort



- Vous parlez francois?
- No sé que dice el caballero

Ambos se observan y el tipo de uniforme azul se levanta de la silla para cedérsela al de uniforme verde… que tiene menos estrellas claro.
- Mire señora – le acerca suavemente una taza de té- su hijo está muerto.
- Eso lo sé caballero – acierta tranquila.
- Dicen que usted…
- ¿Lo maté?
- Sí
- No, no tuve que hacerlo yo.
- Pero entonces quería hacerlo
- En esta vida sólo Dios sabe porque nos toca lo que nos toca.
- ¿Usted mandó a alguien para matarlo?
- No pues, ella viene solita, siempre vino solita.
- Quién señora.
- La carito pues… ¿sabe? Yo nunca tuve una niñita, entonces ella era como una hija, tan pequeñita y delgadita.
- ¿y dónde está ella señora?
- ¡Dónde va a estar pues, hombre grosero! ¡En el reino de nuestro señor!

El policía de verde sale del cuarto mientras el de azul observa a la mujer desde la esquina, “Vieja mentirosa”, piensa. La mira fijamente pensando en que nada de lo que él piensa ella podría entenderlo, ni aunque lo dijera en voz alta, y que eso no es malo, es una ventaja para ella, la muy descarada que mata a su hijo y luego hace como si nada.

- Señora, tengo un examen aquí que dice la causa de muerte de su hijo- dice el policía de verde entrando raudamente a la oscura salita.
- Me gustaría entonces saber que le pasó a mi Eduardito, ya que estaba muy sano y de un cataplúm se desmayó mientras tomábamos once.
- Su hijo fue envenenado.

Hay una torre llamada Eifel al final del camino que me gustaría mostrarte, la dibujé en mi cuaderno para que la reconozcas cuando estemos allá.
Y hay unos campos llenos de flores que te van a encantar Carola, ese olor agridulce a las flores de tu perfume, ese perfume que te embetuna tu mamá… tu sabes que me carga ese olor Carola, pero no importa, porque allá es todo tan grande que los olores vuelan y no molestan, y yo quiero volar contigo, sólo contigo.
No, no quiero ir a tomar el tesito con mi mamá, no sé porqué tanto afán por cuidar a mi mamita como si ella no se pudiera mover… si somos cabros chicos, no la podís cuidar… ¡no está sola mi mamita, me tiene a mí! Ay… estornudos, demonios, Carola, luz roja ¡suéltame!

- Y estornudó mi niñito, tan fuerte. Empujó a la Carolita a la calle y la atropellaron. La atropelló un camión gigante, yo le juro que vi todo desde la ventana porque ella tenía razón, los estaba esperando para tomar oncecita después del colegio…
Mi niñita… yo creo que ni su madre lloró tanto por ella como yo, ¡y el Eduardito! ¿era su primer amor sabe? Esa alergia maldita que la heredó de su padre, que en paz descanse… también.
- ¿Ahora la vieja se te pone a llorar verdad? Le pregunta el policía de azul al de verde en francés.
- Yo le dije al Eduardito que a mí no me gustaban los aviones pero él insistió tanto que yo tenía que conocer París, porque París era la ciudad de sus sueños, que la conociera en nombre de la Carolita… pero yo tenía miedo, ¿entiende por qué tenía miedo?

¿A qué le temes?
¿A ti?
¿Desde cuándo?
¿Desde que me fui?
¿No será desde que me fui?
Acá las cuadras son más anchas… caminas mejor entonces, ¿qué paradoja no?
No, camino apretado, siempre me escapo de la gente, de tocarlos.
¿Y qué tiene la gente?
No es lo que tiene loca
¿Entonces lo que le falta?
Sí… tú les faltas. Pero tú ya no caminas por la vereda, caminas por la calle.
No seas llorón Eduardo, cruza, apriétame fuerte, tu madre nos mira.

Había una luz gigante sobre mí. Eran tus ojos, y los de ella, tan fraternales, complacientes, compadecientes…
Estornudo, estornudo, estornudo; eres una maldita cuando estás y una lambadita cuando no. Una línea amarilla y otra, tres, cuatro, cinco, seis… estornudo, y te ruego que me sueltes para detener mi pavor, ya la transpiración de mi mano te quiere dejar caer.
Esa es tu vieja Eulalia que te mete wevadas en la cabeza.

- Y nos sentamos en un cafecito cerca del hotel. Mientras él iba al baño yo pedí tesito de hierbas para los dos. Con nutrasweet lo tomó él, y estaba feliz, tan feliz.

Sin mí Carola, no eres nada. Y no quieres quedarte coja y me usas, sosa, osa malosa, no llores como sino supieras que cuándo tu pétalo cae es la distancia que te llama… que me llama ahora.

- Llama a extranjería- le dijo el policía de verde al de azul- té de jazmín weón… ¿te lo podís imaginar?

(*) Desde el título y todo lo escrito en francés es puro chamullo, pero al menos sonaba bien... son los restos de mis clases de francés en séptimo y octavo básico.

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