lunes, noviembre 20, 2006

Límite



Fue en sus ojos la emoción de lo prohibido. Y como una manía inevitable cada tarde, al volver de mis clases, buscarlo desesperadamente entre la turba del andén. Ahí está él, con su prestancia autoritaria, su semblante serio y su uniforme perfecto. Se pasea de un lado a otro controlando a la gente que desesperada empuja para llegar pronto a casa. Yo, por mi parte, disfruto cada segundo sin ningún apuro, planeando la forma exacta en que durante este día inmortalizaré mi presencia para él, solo para él. Parte un tren y quedo frente al límite excitante que nos separa: yo pasajera, él guardia. Lo observo con detención cuando entremedio de la multitud se acerca a mí, y aunque no me reconoce, aunque su reproche es mecánico y frío, yo siento el éxtasis de la travesura realizada cuando pronuncia ‘señorita, detrás de la línea amarilla por favor’.

* Tus ojitos son un límite inviolable...

No hay comentarios.: